Aplausos eternos para el equipo de todos

Aplausos eternos para el equipo de todos

Ya está. Listo. Se logró. Dejamos de contar. La mochila ya se guardó. El maleficio no sirve más ¡Argentina campeón del mundo!

Es increíble lo que hubo que sufrir. Antes se disfrutaron 80 minutos perfectos, insuperables. Era una de las grandes exhibiciones de la historia de las finales. Pero… esto es fútbol. Y el fútbol es así, casi como ningún deporte. En un pestañeo pasamos del festejo asegurado a preguntarnos qué fuerza sobrenatural está ensañada con Argentina y no la deja consagrarse.

Es sabido que en cada Mundial se vive una atmósfera de fanatismo por el fútbol, pero no todas las citas mundialistas se genera una comunión entre el equipo y la gente de a pie. Solo basta recordar aquellos días turbulentos de Rusia 2018, entre conspiraciones internas, críticas externas, caos y una eliminación que se caía de madura.

En esta edición el aire que se respiró fue totalmente distinto. Muy lejos quedó aquel primer tropezón ante Arabia Saudita, aunque a la distancia todos reconocieron que fue necesario para poner los pies en la tierra y enfocarse más que nunca en el gran objetivo. No iba a ser un camino de rosas y se supo desde el partido inicial.

¿Por qué nos hemos enamorado de la bautizada Scaloneta? Porque juega bien al fútbol, ni más ni menos. Juega bien, que es distinto a jugar en forma vistosa. En todo deporte jugar bien es hacer lo que pide cada partido, explotar las virtudes y minimizar las fortalezas del rival. Saber qué, para qué, cuándo y cómo. Y Argentina lo cumplió a la perfección en el camino a la final: anuló a México, arrolló a Polonia, doblegó a Australia (más allá del susto del final), maniató a Países Bajos (fue una injusticia llegar a los penales) y aplastó a la dura Croacia. Como se dijo antes, bailó al campeón vigente hasta ese minuto fatal.

Reconocimiento también para Francia: perdió como pierden los grandes. Casi sin darse cuenta sacó su corazón de campeón y estuvo a punto de consumar una hazaña impensada.

Y qué decir del as de espadas… Messi ha jugado, por lejos, su mejor Mundial. A los 35 años dio una lección de fútbol inigualable y maravilló al planeta una vez más. Un liderazgo futbolístico que incluso tuvo un capítulo sorpresivo en el duelo ante Países Bajos, donde afloró un Lionel pendenciero que no conocíamos. “Andá pa’ allá, bobo” ya forma parte del glosario nacional…

¿Messi necesitaba un Mundial para ser el mejor de todos? No, pero se hubiese concretado una injusticia mayúscula. Dos goles en la final y que ni así alcance… Una tragedia deportiva. Imaginen si Alí no hubiese ganado el título, o si Fangio no fuera campeón, o si Jordan no tuviese anillos de la NBA, o si Federer no tuviese un Grand Slam…

Otro punto a destacar es que a lo largo de la competencia no hubo jugador argentino que desentonara. Todos a su manera cumplieron e incluso algunos brillaron, con varios plenos del DT Scaloni, artífice de las presencias de Dibu y Lisandro Martínez, Romero, Enzo Fernández, Julián, De Paul, Molina, Mac Allister y varios nombres más que fueron promovidos a la Albiceleste por él. Se hizo cargo de la renovación y no le templó el pulso. Sin dudas, este es un “equipo de autor” más que ningún otro.

Al leer esta columna, ya se vivió el éxtasis total y pasaron las Fiestas. Arranca un nuevo año y qué bien se siente con la Copa en casa. Aplausos eternos a un equipo que logró una identificación similar a las de los Mundiales de 1986 y 1990. El “todos juntos” en el caso de Qatar 2022 dejó de ser una frase hecha para convertirse en un apoyo concreto e incondicional.

Un mes de alegría en las calles, de ansiedad, de goles festejados. De canciones, de gente con la camiseta en cualquier ámbito. Una final dramática que pareció guionada por Hollywood. El muchachito de la película ve peligrar su sueño pero en la escena final alcanza la gloria.

Vaya un aplauso para un equipo que se ganó el corazón de todos para siempre ¡Sigan gritando! ¡Argentina campeón del mundo!

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Lic. Alejandro Lafourcade
revista 4Estaciones
 

fotos: Blog de Juan Pablo Beliera