Mi conclusión final

Mi conclusión final

La formación no estaba en mis planes cercanos, si bien desde hace unos años sentía el anhelo profundo de algún día ser profesora de Yoga, mi mente solo podía verlo como algo lejano, hasta en cierto punto inalcanzable. Es acá donde pienso y siento que mi tránsito por la formación fue mágico. Desde el inicio, la sincronicidad fue un hecho. Sin buscarlo, me encontré con las personas justas y necesarias que supieron impulsarme y darme a conocer este espacio. Recuerdo las palabras donde inicio todo, algo así como:

“Vos no tenes miedo a hacer yoga, tenes miedo a trasmitirlo”;  las recibí como un baldazo de realidad, que removió en mi un montón de cosas pero que me impulsó a ir por ello. Si bien había practicado Yoga anteriormente, secuencia de asanas y meditaciones, mi conocimiento era súper reduccionista, y hasta en cierto punto errático. Me vi tantas veces haciendo Yoga, sola y sin asistencia, generándome efectos contradictorios, enojándome con la práctica y con el Yoga en sí, cuando en realidad era la falta de conocimiento.

Es en este punto que la formación complejizó y armonizó el saber, desde la base, me sumergí en la concepción del Yoga, sus diferentes aristas, que van mucho más allá de las asanas. Su profundidad a nivel filosófico, que particularmente para mí fue un nuevo mundo. Recuerdo salir del primer encuentro, algo abrumada de todo lo que el Yoga condensaba.

En este nivel fue donde más resistencias encontré, pues mi búsqueda inicial era en relación al movimiento y no sobre todo lo que se proponía, me encontraba en un lugar de enojo con todo tipo de creencias, con el lema muy fijado de que todo es una construcción a partir de la incertidumbre de la finitud de la existencia humana, más concisamente la muerte. Si bien leía los textos, mi comprensión no estaba a la altura.

Un momento trascendental en la formación, fue cuando Carlos nos recomendó ver la película “Nuestro Hogar”. Recuerdo que durante la primera mitad de la película, mi único pensamiento era que lo que estaba viendo era un delirio, que no tenía sentido en lo más mínimo. Y durante la última mitad, verme desplegar todas mis memorias sensitivas, intuitivas y experienciales; como si algo se hubiera abierto, como si la comprensión de todo lo leído hubiera decantado, y tuviera ejemplos concretos de cada frase. Todo tomaba sentido.

Fue un amigarme por completo con la Fe, con aquella Energía universal de la que también soy parte. Mi proceso desde este punto fue otro: apertura, escucha, agradecimiento, alineación y sincronicidad.

Como si en cada momento la vida me estuviera enseñando algo. Fue en este tramo donde mayores certezas encontré, donde más apertura percibí, donde me encontré con experiencias de plena felicidad y contentamiento por la simpleza de ser y existir.

Si tuviera que destacar algunas experiencias, tanto en clase como en los días de formación, me vi expuesta a cantidad de asanas de apertura de pecho, en su momento las que mayor incomodidad me hacían percibir.  En una práctica, experimenté la sensación de apertura, que iba más allá de lo físico, que involucraba  lo energético; es difícil de describir, pero como si mucha luz sucediera desde mi pecho, luminosidad y asistencia; y con ello, la emoción, calma, felicidad, alivio y plenitud. Se reflejó en otros aspectos de mi vida, me abrí a la experiencia, a nuevos vínculos, al reencuentro conmigo, a encontrar lugares donde puedo ser como realmente soy, a la expansión y la aceptación. No voy a negar que me condujo a grandes crisis existenciales, duelar personas, lugares, etc.

Esto me condujo a un proceso de autoconocimiento y de observación primordialmente. Me encontré en situaciones donde observaba que mi mente estaba turbulenta, acelerada, y mi resistencia era tal, que por más hiciera asanas y respiraciones no podía cambiarlo. 

Otras, en las que observaba mi aceleración, mi preocupación, y con ello una vorágine mental gigante. Era una invitación  a la pausa, a la observación de la naturaleza, a volver al presente. En conclusión, ir más despacio, confiar plenamente en que todo es perfectamente imperfecto, aceptar que tengo el control de poco y nada, y a su vez, de todo. Aprender a no juzgar, ni juzgarme, no dar por sentado, no preocuparme por situaciones inexistentes. Ir un día a la vez.

Siguiendo con los aprendizajes, en varios encuentros se mencionó el atravesar la incomodidad y las resistencias, como una oportunidad de crecimiento y aprendizaje. Por un lado, la enseñanza de observar donde siento mayores resistencias, y por el otro, decidir afrontarlas, encontrarme con nuevas posibilidades. Habitar la incertidumbre. 

El análisis del Bhagavad Gita entra en una de esas resistencias que no deja de darme crecimiento. Observar mi tendencia a la no valoración  y estar cansada de ese patrón, aceptar y accionar. 

Otro gran aprendizaje, vinculado con los pasos descriptos por Patanjali. Yama y Niyama, que se tradujo en revisar mis hábitos, mis pensamientos, acciones y vínculos. Dedicar tiempo al orden, a la limpieza, a la alimentación y al descanso como un aspecto fundamental para mi bienestar, vivenciarlos como una práctica de Yoga en la cotidianeidad. Me resultó significativo como mi cuerpo, empezó a rechazar lo “placentero” y preferir justamente lo” beneficioso”.  Desde un lugar natural  y no de privación. La escucha y distinción entre lo que quiero y necesito se manifestó mucho en estos dos pasos.

En relación a las asanas, al movimiento, mi búsqueda inicial, me recuerdo a principios de año y solo puedo ver crecimiento. Desde comprender la base y construcción de las posturas, cuya esencia que va más allá de generar una disponibilidad física, al control de la mente y respiración. Obteniendo una visión integral de las mismas, donde todos los elementos son importantes.

Liberarme de miedos, llenarme de seguridad. Vencer el pudor de grabarme y verme en el hacer. Aprender no solo a hacerlas, sino también a enseñarlas, comprender las adaptaciones o progresiones, el uso de elementos, desarrollar la sensibilidad y percepción.

Recuerdo los nervios y la felicidad interna de cuando enseñamos tres asanas. La sensación de querer dedicarme a esto toda mi vida, en ese punto donde todo se completa.

Después verme enseñar prácticas más extensas  en la formación y encontrar solo certezas de que “es por acá”. Aprender a aceptar mis posibilidades de cada día, a confiar en el proceso, mirarme desde un lugar más amoroso. Aceptar mi deber, nunca voy a olvidar las palabras de Carlos en una ronda de cierre, “Tu deber es dar y trasmitir tu experiencia”

Actualmente estoy indagando en permanecer en el estado meditativo alcanzado por medio de los pranayamas, introducirme en la meditación. Me encontré con estados de plena felicidad. En la última meditación de fin de año en Arama, reconecté, reafirmé principios y búsquedas que pude vivenciar gracias a mi experiencia en la formación.

Solo quedan palabras de agradecimiento al universo, a la vida, a Carlos. Gracias. Convencida de estar donde tengo que estar. Mi meta en el siguiente año: “hacer lo que hay que hacer”, con menos dudas, con más certezas, con determinación y disciplina. Y por sobre todo aprender a Dar.

Ari

+54 911 4997 0448
Certificación internacional 500 hs
YAI (Yoga Alliance India)
WYF (World Yoga Federation)