Cada 18 de mayo nos ponemos una escarapela en el pecho. Es chiquita, simple, liviana… pero lo que representa pesa —y vale— muchísimo. ¿Quién diría que un círculo celeste y blanco pudiera tener tanta historia dentro?
La escarapela argentina nació entre los días agitados de 1810, cuando todo estaba por definirse.
Los revolucionarios necesitaban distinguirse, identificarse, reconocerse entre ellos. Fue entonces cuando las mujeres de Buenos Aires comenzaron a repartir cintas blancas y celestes a quienes se animaban a soñar con una patria libre. En medio del caos, un símbolo sencillo comenzó a tomar forma.
No fue casual la elección de los colores. Algunos dicen que evocan al cielo, otros al manto de la Virgen. Tal vez un poco de ambos. Lo cierto es que esos tonos, que hoy nos parecen tan nuestros, empezaron a construir identidad incluso antes de que existiera una bandera.
Pero la escarapela no fue oficial desde el principio. Hubo que esperar hasta el 18 de febrero de 1812 para que el Primer Triunvirato la adoptara formalmente, tras un pedido de Manuel Belgrano. Ese mismo Belgrano, apenas días después, al ver flamear aquellas cintas en los pechos de sus soldados, imaginó una bandera con los mismos colores. Y la historia siguió su curso.
Hoy, tantos años después, seguimos llevando la escarapela en el pecho. Algunos la colocan en la solapa por costumbre, otros con emoción. En las escuelas, los chicos la hacen con papel crepé o cinta de tela. En los actos, se reparte como gesto de pertenencia. Puede ser grande o pequeña, de moño o redonda. Pero siempre dice lo mismo: soy parte de esta historia.
Y no se trata solo de honrar el pasado, sino también de mirar hacia adelante. Porque una escarapela en el pecho es más que una decoración: es un compromiso silencioso con lo que fuimos, con lo que somos, y con lo que todavía queremos ser.
Así que, cuando llegue el 18 de mayo, buscá una escarapela. Ponétela. Y pensá que ese pequeño círculo celeste y blanco une generaciones, emociones e ideales. No es solo una tradición. Es, en algún punto, una manera de abrazar a la patria… con el corazón.