Dos Flacos que quedarán en la eternidad

Dos Flacos que quedarán en la eternidad

César Luis Menotti y Juan María Traverso se fueron con pocos días de diferencia. Ídolos populares que marcaron época e hicieron escuela.

La del ídolo popular es una categoría a la que sólo algunos pocos elegidos pueden llegar. Gente que tiene un aura especial, que por logros -pero también por personalidad- se meten de lleno en el corazón de una gran cantidad de gente que los siente como propios.

Mayo nos dejó sin dos exponentes de esa raza tan particular: con pocos días de diferencia fallecieron nada menos que César Luis Menotti y Juan María Traverso. Dos grandes que fueron respaldados por multitudes, resistidos por detractores y que -reconocido por unos y otros- hicieron escuela. El Flaco y el Flaco.

Inventor de la Selección

Rosarino hasta la médula, Menotti cumplió con todos los escalafones en su querido Central: hincha, jugador y DT. Desde muy chico sobresalió por encima de la media en el mundo del fútbol a partir de un poder de oratoria que hipnotizaba a propios y extraños.

Hombre leído, de convicciones firmes y principios inclaudicables, generó un rótulo puesto por el entorno que significa no sólo una idea futbolística sino toda una forma de ver la vida: el menottismo.

Su Huracán de 1973 cosechó aplausos logrando el único título local que el Globo tiene en el profesionalismo. Desde esos días sintió debilidad y se convirtió en un padre para un pibe flaquito que venía de la villa del Bajo Belgrano. No le podían sacar la pelota y se llamaba René Houseman. Menotti lo potenció como lo hizo con casi todos los jugadores que pasaron por su mando.

Sin embargo, su gran legado está indudablemente ligado a la Selección Nacional. Con el Flaco, la Albiceleste logró una estabilidad y una seriedad de trabajo que no había tenido jamás hasta ese entonces.

Como ejemplo, sólo basta recordar que Argentina hasta había pasado 20 años sin ir a Mundiales, entre Francia 1938 y Suecia 1958, momento de quiebre que terminó en un 1-6 lapidario ante Checoslovaquia.

Chile 1962 pasó sin pena ni gloria y en Inglaterra ’66 el juez alemán y Rattín hicieron lo suyo para sellar un nuevo tropiezo. A México ’70 ni se clasificó y Alemania ’74 fue una gran decepción y una nueva humillación, esta vez ante la Naranja Mecánica de Johan Cruyff.

Por eso, la llegada de Menotti en ese mismo 1974 supuso una revolución y sentó bases para un proyecto que en la actualidad ya es natural, pero que en aquel entonces era casi imposible de lograr.

Con una mezcla de buen juego y cuchillo entre los dientes, el equipo del Flaco rompió el maleficio e hizo gritar ¡Argentina campeón del mundo! Y eso que no se la jugó en convocar a un tal Diego Armando Maradona… Aquel 25 de junio de 1978 su festejo fue medido, con una procesión que iba por dentro.

Sus jugadores recuerdan que la charla técnica antes de la final frente a Holanda duró apenas 10 minutos. Todo había sido dicho antes.

Ese pelo semi largo acampado, el pucho entre los dedos, la voz cavernosa, la cadencia en el hablar… El personaje se pintaba solo.

César Luis Menotti fue también uno de los dos extremos de una “guerra” que duró décadas, en especial luego de México ’86: Menottismo vs. Bilardismo, una antinomia sin sentido ya que -hilando fino y hablando de fútbol- había muchas más coincidencias que las que se imaginan.

Con el Flaco Menotti se fue toda una era del fútbol. Por si fuera poco, su vigencia perduró hasta el final, ya que fue quien más insistió para que Lionel Scaloni, sin experiencia previa como DT, tomara al equipo en el proceso previo a Qatar 2022. Se ve que Menotti algo sabía…

Mi villano favorito

(Fede Asenjo)

“Soy un tipo normal… que maneja mejor que todos los que están viendo este programa”. Así cerraba Juan María Traverso un ping pong de preguntas y respuestas que le hicieron en TyC Sports hace un puñado de años, fiel a su estilo.

Desde su Ramallo natal hasta las rutas y autódromos argentinos (e inclusive algunas de Europa), el Flaco Traverso fue durante décadas una marca registrada. Un genio del volante y un héroe-villano perfecto para idolatrar o rechazar (aunque lo primero, por suerte, superó ampliamente a lo segundo).

Debutó a principios de los ’70 y su recorrido llegó hasta los primeros años del siglo XX, ya entrados los 2000. Perteneciente a esa vieja raza de pilotos que además sabían de mecánica, descolló desde joven en aquel Turismo Carretera que se corría en rutas y con acompañante.

Del mismo estirpe que Rubén Luis Di Palma, Roberto Mouras u Oscar Castellano, heredero de pioneros como Oscar y Alfredo Galvez, Héctor Gradassi o los Emiliozzi; a su vez mentor de nuevas generaciones como las de Guillermo Ortelli, Christian Ledesma o Matías Rossi.

El Flaco Traverso fue un genio del volante y una máquina de generar épica, capaz de ganar con el auto prendido fuego o con una cubierta menos. Implacable para maniobrar y con muñeca de hierro si había de dejar atrás a algún rival al filo del reglamento.

Si corría Traverso, había espectáculo asegurado dentro y fuera de la pista. Puteador implacable, sarcástico impiadoso, dejó un tendal de acciones y frases que van a quedar para la posteridad.

Lo lloraron sus amigos y sus “enemigos”, lo lloraron sus vecinos y los que hacían cientos de kilómetros para verlo correr en algún autódromo del país.

Lo lloraron los que durante décadas almorzaron cada domingo mientras en la tele pasaban las carreras, espectadores que sabían fehacientemente que, si corría el Flaco Traverso, algo inolvidable tarde o temprano iba a pasar.

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Lic. Alejandro Lafourcade
revista 4Estaciones