Cien años de «Fervor de Buenos Aires»

Cien años de «Fervor de Buenos Aires»

La editorial Sudamericana en la próxima edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires reeditará Fervor de Buenos Aires y todo el resto de la producción poética que Borges, al cumplirse un siglo de su primera edición.

Con solo 23 años, Jorge Luis Borges publicó su primer libro: Fervor de Buenos Aires. A partir de allí, en 1923, comenzó la carrera literaria del gran escritor argentino y uno de los más importantes no solo de la región, sino también de los más celebrados de la literatura castellana.

A través de los versos de esta primera obra, el joven Jorge Luis Borges ya dejaba inmortalizadas muchas de las imágenes de la Ciudad de Buenos Aires, como luego haría también en tantos otros de sus cuentos. “Las calles”, “La Recoleta”, “El sur”, “La Plaza San Martín” son algunas de las poesías de Fervor de Buenos Aires que no solo ilustran varios de los rincones por los que Borges solía pasear, sino que también comenzaron a crear una cierta mitología porteña.

LAS CALLES

Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraña.
No las ávidas calles,
incómodas de turba y ajetreo,
sino las calles desganadas del barrio,
casi invisibles de habituales,
enternecidas de penumbra y de ocaso
y aquellas más afuera
ajenas de árboles piadosos
donde austeras casitas apenas se aventuran,
abrumadas por inmortales distancias,
a perderse en la honda visión
de cielo y llanura.
Son para el solitario una promesa
porque millares de almas singulares las pueblan,
únicas ante Dios y en el tiempo
y sin duda preciosas.
Hacia el Oeste, el Norte y el Sur
se han desplegado -y son también la patria- las calles;
ojalá en los versos que trazo
estén esas banderas.
 

LA PLAZA SAN MARTÍN

(A Macedonio Fernández)
En busca de la tarde
fui apurando en vano las calles.
Ya estaban los zaguanes entorpecidos de sombra.
Con fino bruñimiento de caoba
la tarde entera se había remansado en la plaza,
serena y sazonada,
bienhechora y sutil como una lámpara,
clara como una frente,
grave como un ademán de hombre enlutado.
Todo sentir se aquieta
bajo la absolución de los árboles
-jacarandás, acaciascuyas
piadosas curvas
atenúan la rigidez de la imposible estatua
y en cuya red se exalta
la gloria de las luces equidistantes
de leve luz azul y tierra rojiza.
¡Qué bien se ve la tarde
desde el fácil sosiego de los bancos!
Abajo
el puerto anhela latitudes lejanas
y la honda plaza igualadora de almas
se abre como la muerte, como el sueño.